Equipo para el Camino de Santiago: el bordón
Publicado por Unknown , martes, 2 de septiembre de 2014 9:38
E.G. No hay peregrino sin bordón. Los más valiosos, los de avellano de Pablito, de Azqueta, en Navarra, el hombre de las mil varas, que pasa los inviernos preparando docenas de bordones que después regala a los peregrinos según pasan por su villa. Por la mañana se apuesta en lo alto para ver pasar a los peregrinos, y "elegir" a quienes de ellos regalar bordones. Lo dará si llevas uno que no se ajuste al Camino de Santiago, o si no lo llevas, o si a él le parece torcido. Si se va muy temprano por allí, quizá incluso os invite en su casa a desayunar leche con cacao y galletas. Y ojo. Pablito "regala" bordones para el Camino pero no los "da". Una puntualización que repite incansablemente. Lo que hace es llevar al peregrino al rincón donde los guarda y ofrecerle que él mismo lo elija. Es, para él, la diferencia entre dar y regalar.
Pablito es ya toda una institución en el
Camino a Santiago. Pero si no se quiere esperar a pasar por Azqueta y quizá
tener la suerte de cruzarse con él, puedes ya prepararlo con la mochila, las
botas, la gorra y la cantimplora.
Durante siglos el bordón era para el
peregrino un útil imprescindible en el Camino. Servía para cargar el agua, en
la calabaza o la bota. También como punto de apoyo al caminar. Y sobre todo
como arma para espantar a las alimañas que por entonces sí poblaban (y en
cantidad) los caminos. La mayor parte de las imágenes del Apóstol Santiago
peregrino incluyen el bordón. Y hay alguno mucho más que famoso, como el que se
conserva en la Catedral de Santiago, muy cerca del Altar Mayor, con una larga
historia que os contaremos cualquier otro día.
Para conseguirlo, lo propio es adentrarse
en el bosque y elegir una rama larga y delgada, preferiblemente de avellano o
castaño, porque son maderas regias y flexibles. Trabajar la rama hasta reducir
todos los brotes, dejarla lisa al tacto en la zona por donde se ase y
convertirla en un bordón de peregrino es una de las más gratificantes tareas
previas a la salida hacia al Camino, o incluso de los primeros días en ruta. La
altura es importante. El bordón no se usa como bastón sino como apoyo,
asiéndolo con la mano elevada a la altura del pecho, aunque esto va más con el
modo de caminar de cada uno.
Si hacerlo no convence, y seguimos sin
querer esperar hasta Azqueta, se puede optar por comprar alguno por Internet.
Hoy se pueden encontrar de todas las tallas, maderas y formas, desde unos 5
euros y los gastos de envío.
También se podría optar por bastones de
los que se utilizan para el senderismo o montañismo. Cumplen igualmente su
función de servir de apoyo en las vías más incómodas, como aquellas con
demasiada piedra, o cuando bajamos cuestas muy empinadas, que es cuando más se
agradece (sobre todo por las rodillas) contar con un punto de apoyo. Pero para
muchos peregrinos el bastón no resulta cómodo por su poca altura. Es más
confortable asirlo a la altura del pecho, o al menos a la de la cintura.
Una última recomendación. A los que sois
de Santiago o alrededores, quizá os compense pasar por la Oficina del
Peregrino. Allí dejan muchos peregrinos su bordón, porque no se los quieren
llevar de regreso o precisamente para que otros que parten los reutilicen. Los
de Pablito se reconocen enseguida: tienen unos 2,5 cm. de diámetro, sobre
1,50/1,60 m. de altura, están hechos de avellano, en su mayoría son
espectacularmente rectos y están cuidadosamente lijados para que las manos de
los peregrinos sufran lo mínimo posible.